jueves, 21 de febrero de 2008

¿Es posible la reinserción y reeducación de personas con conductas adictivas dentro de la prisión?


El Programa de Tratamiento de Drogodependencias del Plan Regional de Drogas -de la Consejería de Sanidad y Servicios Sociales del Gobierno de Cantabria - inició en el Centro Penitenciario de El Dueso, en junio de 2006, un programa que se marca como objetivo general, la posibilidad de «ofertar tratamiento a personas con conductas adictivas, dentro de la institución penitenciaria, independizando dicho tratamiento de la situación penal ». (...)
He aquí que comienza mi reflexión, fruto de varios años de experiencia trabajando como psicóloga en el Centro Penitenciario de El Dueso, y tras haber recibido, el pasado diciembre, la amarga noticia de que no podría continuar mi labor con el grupo de presos que seguía el tratamiento ofertado por el ya citado Plan Regional de Drogas, y para el que trabajaba, ya que un informe negativo enviado por el director general de El Dueso, influyó en la decisión de no renovación de mi contrato.
Mi reflexión está motivada por las razones que pudieron llevar a la redacción de dicho informe y la manera en que se aborda el trabajo en prisión, lo que me sirve para contestar a la pregunta que formulé al principio.
No, no es posible la reinserción y reeducación de personas con conductas adictivas dentro de la prisión, mientras se priorice el conformismo del profesional, la falta de espíritu crítico, el silencio, y los lemas, tales como «las cosas son así...».
Como opina Jesús Valverde Molina, profesor de psicología diferencial de la Universidad Complutense de Madrid, y reputado investigador del ámbito penitenciario, «la vida en la prisión se rige por el reglamento diseñado de una manera seriamente restrictiva de la normalización de la vida (elemento fundamental de toda intervención), así como incluso de cualquier tipo de actividades, que no sólo se ven dificultadas sino incluso a menudo impedidas, ya que el objetivo no es crear un contexto terapéutico sino evitar problemas y, sobre todo, dominar al preso» (En Valverde: La cárcel y sus consecuencias. 1997).
La vida de la prisión se organiza desde el Reglamento Penitenciario de cada centro, el cual debería estar inspirado en unos principios que garantizaran la posibilidad de crear el marco reinsertador y reeducativo que marca la Constitución como finalidad de la prisión. Eso es lo que está escrito; la realidad suele ser distinta.
La prisión está diseñada primando los aspectos de control y seguridad, y se convierte en un contexto 'agresivo', de estrés constante para el preso, que termina desarrollando conductas desadaptadas para la sociedad, pero que son paradójicamente un mecanismo de adaptación al medio, es decir, a la prisión.
Antes de continuar, tiene que entenderse que mi opinión es la de una psicóloga que ha trabajado con un determinado tipo de reclusos, personas con problemas de drogas que, normalmente, han terminado en la cárcel como consecuencia de su consumo.
A mi modo de ver, la reinserción requiere, fundamentalmente, compromiso, implicación y tiempo, sin lo cual, es posible que no se consiga lo que buscamos, ya que es un proceso sumamente complejo por la cantidad de variables a las que atiende. Compromiso, implicación y tiempo son tres aspectos de la intervención terapéutica, que ofrecen la posibilidad de validar y reconocer a cada individuo.
El camino que lleva a una persona hacia la inclusión social, lo que llamamos reinserción, ha de ser un proceso de personalización, ya que se tiene que contrarrestar un proceso inverso, de despersonalización. Dicho de otro modo, la exclusión social que se inicia desde el principio del consumo de drogas, conlleva un proceso de despersonalización; la persona que se adentra en el consumo deja de ser protagonista de su historia, de su vida; deja de pertenecer al grupo de los «adaptados » que forman «la sociedad», la misma que, a partir de ahora, lo excluirá.
«[ ] se actúa sobre las consecuencias de su comportamiento desadaptado pero sin apenas plantear las causas de ese comportamiento, una actuación penalizadora cuando el individuo 'es un peligro' y no cuando 'está' en peligro [ ]» (En Valverde: La cárcel y sus consecuencias. AÑO. PP.). El preso llega a la cárcel como resultado de una carrera vertiginosa de desadaptación y descontrol.
Mi experiencia clínica, tanto dentro como fuera de la prisión, me ha demostrado que es necesaria la implicación del profesional, para poder llevar adelante dicho proceso de personalización. Entendamos que implicarse es «ocuparse de lo que le pasa al otro». Implicarse es escuchar lo que dice de su historia y de sus experiencias, a través de las palabras y del relato, pero también, lo que dice con sus silencios y con sus gestos. Implicarse es validar su historia -intentando no volver a juzgar- para, desde ahí, construir otra historia distinta, que le permita adaptarse a la vida en sociedad.
Implicarse es 'mojarse'; interesarse por la biografía completa de la persona con la que se establece la relación de ayuda y, a condición de que se dé una alianza entre quien la ofrece y el que la necesita, porque es como se construye el espacio de comunicación que posibilita el proceso de ayuda. (...)
Ésta ha sido, y es, mi propuesta de terapia como psicóloga dentro de la prisión; desde mi experiencia, la intervención para conseguir la reinserción social de los presos con problemas de drogodependencias, sólo tiene sentido si se realiza desde la implicación y el compromiso con las personas; la confianza en su posibilidad de cambio; la relación de ayuda, sin paternalismos y el tiempo necesario para acompañar a la persona en su proceso de reconstrucción.
A través del citado Programa de Tratamiento de Drogodependencias, para el que trabajé durante dieciocho meses, me preocupé de implicarme con las personas que acudían al Programa, procurando hacer mi trabajo con creatividad e innovación, para poder superar el contexto limitador de la prisión y facilitar la percepción de control, promover la autonomía y el nivel de responsabilidad de los presos con problemas de drogas.
Finalmente, me preocupé de llevar a cabo el tratamiento independizándolo de la situación penal (no es sino el objetivo con el que se diseñó el Programa, recuérdese), defendiendo su función terapéutica, en contra de su utilización como fuente de información para evaluar la situación penal de la persona, como se me pidiera desde la prisión.
De éstas, y otras opiniones, no compartidas, estaba al corriente la dirección del Centro Penitenciario. Pensé que al estar contratada por el Plan Regional de Drogas de la Consejería de Sanidad y Servicios Sociales del Gobierno de Cantabria, tenía, sobre todo, un compromiso con los objetivos de su Programa, y un respaldo, pero no ha sido así.
En última instancia, con la empobrecedora visión psicológica que la actual dirección del Centro Penitenciario contempla los Programas de tratamiento, el resultado ha sido el esperado. Desde su óptica -la del Reglamente interno, supongo- toda opinión divergente o un planteamiento innovador, por mínimo que sea, se convierte en un elemento peligroso.
No se acordó, ni a mí como terapeuta ni al grupo de presos que seguía el tratamiento, el tiempo requerido. Faltó, una vez más, compromiso y voluntad real de las instituciones de proporcionar una alternativa a las personas con drogodependencias que habitan las cárceles, paralizando un proceso que empezaba a dar sus frutos.
Pero sigo manteniendo la misma propuesta que hacía más arriba y el empeño de desarrollar verdaderos programas de inserción para los presos.
(Articulo de opinión firmado por Azucena Aja Maza, ex – psicóloga del Centro Penitenciario de El Dueso).
Extraído de: Tokata

BREVE MANUAL DE OBJECIÓN ELECTORAL

Secretaría Comunicación CNT Extremadura [15 de febrero de 2008]

Si eres una de esas personas que no quiere ir a votar; si piensas que los políticos —sean del partido que sean— son iguales y que solo defienden sus propios intereses...
si, además, sólo les deseas que se ganen la vida trabajando en una mina (y no tenemos nada contra los mineros para desearles tan mala compañía); si te parece un despilfarro el dineral que se gastan en carteles, mítines y demás parafernalia publicitaria; si sientes vergüenza ajena cuando ves el traslado de militantes de un sitio a otro en autobús y con bocata gratis; si eres una de esas personas que cambian de canal de televisión en cuanto aparece un político por higiene intelectual; si creesque la autogestión es el mejor modelo organizativo; si piensas que la democraciadirecta es superior a la representativa; si crees que la Libertad es un principio universal y absoluto... si crees en estas cosas pero te ha tocado en la loteria electoral formar parte de una Mesa Electoral entonces, este es tu
BREVE MANUAL DE OBJECIÓN ELECTORAL

jornadas culturales SOV de Valencia

MARTES DIA 7-- MANI EN VALENCIA

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NO a la directiva de la verguenza